En ocasiones, no demasiadas desgraciadamente, la suerte te mira a los ojos y te sonríe. Hace poco acompañé a un ilustre investigador, y académico cacereño, a visitar las Corralás de Torrequemada de las que ya os hablé hace tiempo. Por el camino le comentaba que sabía que en la zona había una enorme prensa olearia que llevaba años buscando, y que se me resistía, muy a pesar mío. En ningún momento se me ocurrió retomar ese día la búsqueda, ya que el objetivo de la visita era otro. Cuando ya regresábamos al coche, y después de dar un buen paseo con el frescor de la mañana (que nos costó un buen madrugón) nos topamos con un ganadero que venía a alimentar a unas preciosas vaquillas. Se me ocurrió preguntarle por el molino que tanto anhelaba fotografíar. Desgraciadamente no tenía ninguna constancia de “una piedra con un hueco redondo”. Esto me desalentó porque si alguien que recorre aquellos campos a diario no la conoce, iba a ser muy complicado dar con ella. De repente agarra el teléfono y llama a alguien. La airada y coloquial conversación se completa con un “venga, aquí te espero”. Nos mira sonriente y nos dice: “ahora viene el alcalde que él seguro lo sabe”. Nuestras caras de asombro fueron a más cuando, de verdad, unos minutos después aparece el alcalde en su coche blanco. Nos saludamos y al preguntarle por la prensa se lleva la mano al bolsillo y nos dice: “¿esto es?”. En efecto, tenía una foto de la preciada piedra en su teléfono móvil. Nos indica que es muy complicado llegar a ella, aunque no está lejos, que él nos lleva un tramo y ya nos indica para que nosotros busquemos.
Mientras estamos montados en el coche con el alcalde recorriendo la dehesa boyal, nos cruzamos con un paisano que saluda con gran aprecio a nuestro guía improvisado. De nuevo los astros no son favorables y cuando el alcalde le pide a este señor que nos lleve hasta el propio molino, el paisano accede gustosamente. Ya somos cuatro en el coche del alcalde que se bambolea con solvencia por los caminos de arena que nos acercan cada vez más al Salor. Allí comenzamos a pie un recorrido por una preciosa dehesa en la que empezamos a pisar cada vez más restos de teja romana, alguna de ellas de gran tamaño y muy bien conservadas. Esto nos indica que estamos en el camino correcto hacia la presa.
Cuando nos queremos dar cuenta, ahí está. Me sorprende su tamaño y buena conservación. La fotografiamos mientras que nuestro guía nos indica que a unos pocos cientos de metros hay otra cuadrada. Mi corazón comenzó a acelerarse porque de “esa otra” no tengo constancia ni documental ni fotográfica. Inmediatamente termino de hacer las fotos de rigor y le pido a nuestro amable amigo que nos lleve a ella.
Cruzamos de nuevo el río, saltamos algún cercado y volvemos a llegar a una zona donde abunda la teja y los restos de tosco barro, y pocos metros después… la decepción. No se trataba de un lagar cuadrado, sino de los restos de uno similar al anterior pero que había sido destrozado, no sabemos ni cuándo ni por quién. No obstante, el descubrimiento me excita y emociona a partes iguales.
A estas horas de la mañana de esta agonizante primavera, el calor comienza a ser insoportable y comenzamos el camino de regreso. Nos dirigimos a un camino flanqueado por unos muros de piedra con grandes lanchas talladas y mi corazón vuelve a acelerarse cuando me dice nuestro simpático acompañante, que en una de esas piedras hay unas letras, que seguramente sea una lápida romana. La decepción fue inmediata cuando asegura que no recuerda dónde está y que tiene que marcharse. Nosotros conscientes del esfuerzo y el favor que nos ha hecho, no intentamos buscar la inscripción, aunque quedo registrado el lugar para volver en breve y hacer una búsqueda exhaustiva.
Nos despedimos de nuestro guía y volvemos al coche con la sensación de haber sido afortunados, no sólo por encontrar dos grandes rocas con mucha historia, sino por habernos topado con tres grandes y amables personas, que, sin conocernos de nada, nos ayudaron y acompañaron en este precioso paseo.
El origen de estas prensas es claramente romano. No sólo tenemos de prueba las abundantísimas tejas que plagaban los alrededores, sino otras evidencias, como, por ejemplo, la toponímica. Los nombres de Torrejón, Torreorgaz o Torrequemada, son derivaciones etimológicas de la palabra Turris, que al contrario de lo cabría esperar, no significa “recinto elevado-amurallado”, sino que hace referencia a una villa rural. Esta zona es especialmente propicia para el asentamiento humano (como muestran los restos calcolíticos cercanos encontrados recientemente), porque abundan las surgencias de agua. En esta área confluyen pizarras precámbricas con afloramientos graníticos. Además de agua, los posibles asentamientos estarían muy bien comunicados mediante la vía que unía Metellinum y Castra Caecilia por el actual puerto de Valdemorales y que poseía un ramal que circundaba la cercana ermita del Salor. Mucho más próximo a las prensas tenemos el actual camino entre las Casas de Don Antonio y Torremocha que coincide, casi perfectamente, con un importante camino de comunicación entre Turgalium y la Norba, y que además sirvió como límite entre los términos de Montánchez y Cáceres durante años.
Aunque justo en las inmediaciones de las prensas no se ha excavado (de manera científica), no a demasiada distancia sí se han documentado asentamientos de origen romano como publicaron en 1965 Callejo Serrano, C. o los estudios del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la UEX, encabezados por Calzado Palacios, M. Con toda esta información creo que podemos decir con bastante seguridad que estas prensas son de origen romano y que servían para facilitar las labores agrícolas de (posiblemente tres) viviendas rurales del entorno del Salor; apoyando así la hipótesis de que esta zona fue una zona de implantación romana por los rasgos geológicos, tectónicos, edáficos y topográficos, que la hacen propicia para el aprovechamiento de recursos y por estar bien comunicada con las ciudades del entorno.
En estos momentos no podría volver y encontrarlas, pero os invito a dar una vuelta por las Corralás de Torrequemada, un espectáculo singular de arquitectura vernácula, y pasear, si el calor lo permite, por la dehesa del pueblo… y pudiera pasar que la suerte os mire a los ojos, os sonría y podáis toparos con estas magníficas prensas, testigos abandonados del paso de los siglos.