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Channel: CÁCERES AL DETALLE
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ENTRE BUJÍOS Y TURQUESAS

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Una de las zonas que más me gustan de los alrededores de Cáceres es la umbría de la Montaña, el valle formado por al arroyo Valhondo. La vegetación es exuberante, el bosque mediterráneo se yergue con majestuosidad y nos regala los colores verdes apagados de encinas y alcornoques, los olores de la jara y los sonidos de las aves que lo habitan. Un verdadero espectáculo a sólo unos minutos del centro de la ciudad. Además el interés de la zona no queda ahí, restos de las actividades humanas como el cortino colmenero (que ya os enseñé), bujíos o las minas de Valdeflores, hacen de esta zona un lugar aún más atractivo. Hoy os voy a hablar de dos bohíos que podemos disfrutar en este valle y de un mineral abundante en la zona y del que muchos cacereños desconocen su existencia en la ciudad: la turquesa.










En la zona alta de las minas abandonadas de esta zona, podemos encontrar un pequeño chozo de piedra que realmente es un privilegiado, por la soledad, por las vistas, por la pureza del entorno. No está en muy mal estado de conservación (dentro de lo que cabe) y está casi oculto entre jaras y unos afloramientos de cuarcitas. Se llega a él por unos caminos bien cuidados que parten de la propia mina de Valdeflores y que nos llevan a lo alto de esta parte del cerro, rodeados en muchos momentos por las escombreras de la propia mina, lo que nos permite asomarnos a buscar algún mineral interesante. El más llamativo (y no único de interés) es la turquesa. Esta suele aparecer con su azul intenso sobre los blancos del cuarzo o sobre el blanco lechoso y deslumbrante de un mineral llamado ambligonita, que se explotaba en la zona para la obtención del litio y que aparece asociado con frecuencia a la turquesa. Podremos distinguir entre el cuarzo y la ambligonita por el peso, ya que ésta es bastante menos densa y por lo tanto menos pesada. 









Después de encontrar un par de ejemplares interesantes (en este caso sobre cuarzo), me quedé sentado junto al bujío disfrutando del olor de las jaras y de los pinos cercanos, antes de continuar camino. Ya más cerca de la ciudad, casi llegando a la civilización me pareció ver en una loma de un cerro otro bujío, así es que para allá fui. Por el desnivel del terreno se encuentra semienterrado y me llamó la atención su cerramiento en cúpula muy distinto al resto de los chozos de la zona, ya que ésta no parte directamente de los muros, sino que es inferior en tamaño y le da un aspecto distintivo y muy curioso a este ejemplar. 




Os invito, como siempre hago, a visitar esta zona porque os va a sorprender si no la conocéis. El paseo es agradable y recientemente han señalizado algunos de los caminos de este valle. Mi recomendación, para dar un buen paseo, es subir andando por la ladera de la solana de la Montaña hasta el antiguo sanatorio de tuberculosos y desde ahí seguir camino (ya siempre cuesta abajo), rodeando así esta pequeña elevación tan cacereña. 

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