Como una llama eterna dispuesta para velar por el alma de los difuntos que descansan en el Callejón de los Huesos, encontramos en un pequeño rincón, casi escondida, una vieja lámpara de carburo. Seguramente lleva años sin encenderse, pero su sola presencia eleva el misterio y encanto de esta pequeña calle tan misteriosa de la ciudad.
Estos candiles producían una potente luz por la combustión del acetileno en una reacción exotérmina producida al unirse las piedras de carburo (concretamente su carbonato cálcico) con agua. La lámpara consta de dos compartimientos que se cargan con ambos reactivos (agua en el superior y carburo de calcio en el inferior). Un elemento de regulación (generalmente un grifo) permite aportar controladamente pequeñas cantidades de agua al carburo, produciéndose el gas acetileno que se quema en una boquilla que en este caso no está provista de un reflector parabólico.
La lámpara de carburo o acetileno fue inventada por Enrique Alexandre y Gracián en Barcelona en 1897 y presentada en la exposición universal de París de 1900 por Enrique Alexandre.
Hoy solo os quería enseñar esta pequeña lámpara de carburo, Al Detalle.
P.D. Como a mí si me gusta nombrar las fuentes para ser honesto, tengo que decir que he descubierto este detalle en la página Cáceres en la Historia. (No ves amigo/a, no cuesta tanto…)