Quantcast
Channel: CÁCERES AL DETALLE
Viewing all articles
Browse latest Browse all 467

DE LA DESAPARICIÓN DEL CRISTO DE LAS INDULGENCIAS DE CÁCERES

$
0
0
Hace ya algunos años (no demasiados), tres apasionados de la historia de Cáceres quedamos para compartir charla y alguna bebida caliente en una lluviosa tarde de primavera. Un importante dibujante de cómics, un prestigioso historiador y yo mismo, pasamos la tarde “arreglando” los problemas de esta ciudad y entre sorbo y sorbo a un reconfortante café, recorríamos monumentos y pasajes históricos de nuestro querido Cáceres. En un momento determinado el dibujante, que también es un veterano cofrade, nos preguntó por la historia que hay sobre la desaparición y reencuentro del paso que el suele cargar las madrugadas del Viernes Santo: el Cristo de la Indulgencias. El amigo historiador y yo nos miramos, asentimos con la cabeza, pero no supimos indicar dónde habíamos leído aquella historia, o si solo era otra de esas fábulas que alguna vez habíamos escuchado. Pagamos el café y alguna cosa que habíamos pedido para picar, y prometimos buscar más sobre este hecho.

El dibujante, de cuando en cuando, me recordaba “la promesa” de buscar información sobre esta desaparición, y por fin puedo darle Detalles de cómo y cuándo apareció y datos para poder intuir cuándo desapareció este precioso crucifijo. Vamos poco a poco a contar esta pequeña aventura de una de las tallas más valiosas y bellas de nuestra ciudad y que seguramente no cuenta con la fama y devoción que se merece.

Ya puedo adelantaros que quien realiza el hallazgo del Cristo fue D. Antonio C. Floriano Cumbreño (la C es de Cristino), que nació en Cáceres el 24 de julio de 1892 y falleció en Madrid el 14 de octubre de 1979. Este importante cacereño se doctoró en Filosofía y Letras en la Universidad Complutense de Madrid y fue entre otras muchas cosas, archivero municipal. Se marcha como profesor a Teruel en 1926 pero regresa en 1929 como director de las Escuela Normal de Cáceres. En 1943 gana la Cátedra de Paleografía y Diplomática de la Universidad de Oviedo en la que permanece hasta que vuelve a Cáceres tras su jubilación en 1962.

En 1915, con unos 22 años, escribe “La Iglesia de Santiago de los Caballeros de Cáceres. Descripción Histórico-Artística” de la que ya os hablaré con Detalle otro día, pero en la que podemos leer una descripción del crucifijo que hoy nos ocupa:

“”… Más importante es el crucifijo que dentro de una hornacina decorada con atributos de la Pasión, venérase en la parte opuesta del templo, en un altar, al cual su santidad el Papa Gregorio XIII concedió Indulgencia Perpetua, cuya bula apergaminada y con armoniosos primores caligráficos, guárdose en el archivo de la Parroquia. Es una imagen de principios del XV, rígida, huesuda, de hierática verticalidad y trágica expresión de dolor en su rostro demacrado y anguloso…”

Termina la explicación indicando que se situaba en frente de la capilla del Nazareno, pero ¿cómo sabemos que desapareció? ¿Cuándo se descubrió y dónde? Para responder a todas estas preguntas nos tenemos que referir a una conferencia que D. Antonio pronunció el 11 de mayo de 1965 en el Ayuntamiento de Cáceres y que fue publicada ese mismo año por los servicios culturales de la Diputación Provincial de Cáceres, y del que poseo un original en mi colección personal.

En el inicio de su intervención ya anuncia que contará algo emocionante al final de la ponencia:
“Mi exposición pues, va a tener tres partes. En la primera, intentaré abocetar, en cuadro impresionista, lo que es Cáceres ante la Historia; analizaré en la segunda cómo se ha ido y se va haciendo la Historia de Cáceres, y os brindaré en la tercera, para atenuar la seriedad inevitable de estos temas, una estampa autobiográfica en la que trataré de describir el momento más emocionante por mí vivido a lo largo de mis investigaciones sobre la ciudad”

Hasta la página 28 de este librito no comienza esta tercera parte, así es que en otra ocasión trataremos las dos primeras, y seguiremos con el relato que hoy nos interesa. Comienza, pues, hablando por primera vez del descubrimiento del Cristo de Santiago, iglesia en la que estuvo de archivero tras llegar a un acuerdo con el párroco Feliciano Rocha tras un incidente. Éste mando enjalbegar una inscripción del friso superior del ábside donde se trataba de la contratación de Berruguete para el retablo. Tras el enfado de D. Antonio, el sacerdote le prometió consultarle todas las intervenciones en la iglesia y le dejó ordenar el archivo. Trasladaron todos los papeles a unos de los rellanos de las escaleras de la torre y con un tablón sobre dos hacheros montaron una oficina improvisada. Floriano Cumbreño dice que no salía de un resfriado y se metía en otro por el frío que pasaba y que hasta tuvieron que adiestrar un cernícalo que conseguía mantener a raya a los molestos ratones que tan poco le gustaban, pero que, a pesar de eso, en aquel rellano era inmensamente feliz.

Una tarde encontró un “legajo mohoso” atado con una gamuza y que contenía varios pergaminos, entre los que destacaba un rescripto del papa Gregorio XIII del año 1583 concediendo indulgencias y perdón de los pecados a los que “confesados y comulgados, mandasen celebrar y oyesen misa en el Altar del Cristo de la Iglesia de Santiago

El problema era que en ese momento el Cristo no estaba, nadie sabía de su paradero. Ahora empezamos a calcular fechas. Antonio Floriano publica su estudio de la Iglesia en 1915, con 22 años. Debemos suponer que esto ocurriría en ese año o poco antes, en 1914 o como mucho en 1913, algo que se corresponde con otros datos que ahora daré. Sigamos con el relato…

El propio D. Antonio tenía recuerdo de haber visto de pequeño la talla del Cristo, lo mismo que sus padres, que lo recordaban bien. El Sacristán (apellidado Mangut) aseguró que en los 15 años que llevaba en el cargo no había estado el crucifijo allí, aunque si lo recordaba también de pequeño situado donde ahora está la Virgen de Guadalupe. Es decir, para que D. Antonio lo recordara tendría éste que tener 6-8 años como poco, y si nació en 1892 y en los 15 años anteriores del descubrimiento, al menos, el Cristo estaba desaparecido, podremos afirmar que este se extravió por 1897-1899. También preguntó a Antonio “el Gacho” que fue monaguillo a finales del XIX, al campanero, el tío Pedrola… y todos lo recordaban, pero nadie sabía dónde podría encontrarse.

Dentro del estudio que estaba haciendo de la Iglesia de Santiago, pretendía levantar un plano y cuando quiso tomar medidas de la sacristía se encontró con un problema:  las cajoneras de los ornamentos hacían aquellas mediciones muy, muy complicadas, así es que decidieron tomar las medidas de la tribuna que se sitúa justo sobre la sacristía. Tres de sus paredes estaban exentas, pero en una de ellas había un gran baúl cubierto de montones de esteras. Un monago le ayudó a quitar estas esteras y de repente, aparece un “brazo humano, descarnado, rígido y clavado a un madero”.

El monaguillo corrió en busca del sacerdote y cuando regresaron hallaron a D. Antonio Floriano arrodillado frente al Cristo ya totalmente desprovisto de esteras, rezando y exclamando “mi Cristo”. Entre todos lo levantaron y fue entonces cuando el párroco se arrodilló y comenzó a salmodiar:

“Miserere mei, Deus: secundum magnam misericordiam tuam. Et secundum multitudinem miserationum tuarum, dele iniquitatem meam…”

“Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia: Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.”

De esta manera tenemos resuelta la duda de mi amigo, gran dibujante de cómic y cofrade y tenemos documentada la historia de cómo y dónde reapareció el precioso Cristo de las Indulgencias de la Iglesia de Santiago de Cáceres.


Viewing all articles
Browse latest Browse all 467

Trending Articles