Sé que está algo lejos de mi zona habitual de trabajo, pero cuando un amigo te llama y pronuncia en la misma frase las palabras: CONVENTO y RUINAS, no puedes negarte embriagado por la emoción.
El convento se encuentra a unos 5 Kilómetros al oeste de la villa cacereña de Deleitosa, aproximadamente. El lugar es aún hoy, muy húmedo y fragoso, circunstancia que dió origen a su sobrenombre, debido a la persistente exhuberancia (vicio) de la vegetación autóctona. Hay otra versión para el origen de este nombre, porque el Convento fue también llamado el Convento de los Habaneros, al emplazarse junto a unas huertas de habas. Lo curioso es que en la zona también se conocen a las habas como vicios, por lo que esto también explicaría el apelativo de “viciosa” en relación a estas legumbres.
San Juan Bautista de la Viciosa fue fundado en 1561 (1559 según otras fuentes) por la Orden de franciscanos descalzos de la custodia de San José, dirigida por el que habría de ser unos de los santos más grandes de la cristiandad y Patrón de Extremadura, fray Pedro de Alcántara. Esta construcción se llevó a cabo a expensas de los Condes de Oropesa y Deleitosa, D. Francisco Fernando Álvarez de Toledo y su esposa, Dña. Beatriz de Monroy y Ayala, dueños y señores de aquellos territorios.
Se levantó alrededor de un pabellón de caza que tenían allí los condes, y su construcción fue del gusto de aquellos frailes mendicantes: tosca y sencilla, a semejanza del convento del Palancar. Debido a las pésimas condiciones de habitabilidad que reunía aquel edificio, y que según la tradición fueron la causa de que San Pedro de Alcántara enfermase en él para morir poco después en Arenas. Unido a lo alejado del convento de los pueblos de su guardianía de los que dependían sus limosnas y sustento, los frailes solicitaron al patrón D. Juan Álvarez de Toledo, que edificase un nuevo convento en un lugar cercano, pero más saludable, a lo que el conde se negó. Entonces, previa licencia del Ayuntamiento de Trujillo, el obispo de Plasencia y el Consejo Real, en enero de 1603, la comunidad franciscana de La Viciosa se trasladó definitivamente a la ermita de Sta. María de la Magdalena, extramuros, aunque muy próxima, a la ciudad trujillana, donde edificaron un nuevo convento.
Los franciscanos entregaron el convento de la Viciosa y sus pertenencias al conde de Oropesa y Deleitosa, quien envió a su administrador en Belvís y Alcalde Mayor de aquella villa para recibir la casa. Seguidamente, el patrono entregó el convento a los padres Agustinos Recoletos, quienes sí consiguieron del conde que les edificase un nuevo edificio junto al anterior, que quedó abandonado.
Los agustinos lo habitaron hasta la Desamortización general decretada por Juan Álvarez Mendizábal en 1836, y a partir de entonces comenzó su progresivo deterioro.
En la actualidad sólo quedan las ruinas de aquel nuevo cenobio, y una capilla conocida como “de San Pedro de Alcántara”, que se usa como pajar de la finca, y que probablemente fue un eremitorio para recogimiento y penitencia de los franciscanos descalzos originales.
Para visitar este precioso lugar nos dirigimos hacia el cuartel de la Guardia Civil y tomamos la calle que sale justo enfrente del matadero por el camino de Jaraicejo. Un poco más adelante empieza la señalización de esta ruta en el abrevadero para uso ganadero. Transcurridos unos 500 metros el camino se desvía a la derecha entre tapiales de piedra hasta llagar al Valle Gusano y después al Arroyo Pedro García. Seguimos nuestro camino y tras una cuesta empedrada, pero poco pronunciada, alcanzamos la Cañada del Alcalde, que nos recuerda el antiguo trasiego de ganado por esta zona. Aquí abandonamos la ruta y seguimos la señalización que nos lleva al paraje conocido como la Mesa del Arco.