Desde hace meses se está hablando mucho de la reapertura de la mina de Valdeflores para la extracción de litio. El debate está servido entre quienes priorizan en su particular balanza de pros y contras, los puestos de trabajo y desarrollo que puede traer a la ciudad, y el impacto ambiental que supone. Recientemente se ha puesto en marcha, incluso, una plataforma que pretende luchar vigorosamente contra la actividad minera.
Tengo que aclarar desde un principio, que como bloguero que soy, y no periodista, mi posición es claramente EN CONTRA del destrozo que supone la apertura de una mina a cielo abierto en la Sierra de la Mosca. Con este post pretendo dar mi punto de vista, no sólo como biólogo y profesor de Biología y Geología (con algún conocimiento del tema), sino como ciudadano. Intentaré alejarme de la moda de apelar al sentido común, porque en realidad éste no tiene ningún valor, porque el sentido común es tan subjetivo como las opiniones, porque cada uno tiene el suyo, y por lo tanto no nos sirve de nada.
La zona del valle del arroyo Valhondo, junto con lo que conocemos como la Montaña, Portanchito, Cerro del Milano, EL Risco… forman parte de una pequeña sierra conocida como la Sierra de la Mosca, en la que conviven zonas adehesadas, olivares e incluso interesantes manchas de bosque mediterráneo, con otras más degradadas. Es cierto que aquí no viven leones, ni elefantes… pero sí es el refugio, como una isla dentro del llano, de numerosas especies de aves, anfibios, reptiles y mamíferos como los meloncillos, nutrias o jabalíes. Además, supone el único pulmón verde de la ciudad, una especie de parque periurbano a unos escasos 2 Km del centro de Cáceres.
También es destacable la importancia geológica, aquí encontramos fósiles, minerales y rocas muy interesantes que podrían servir como un gran laboratorio para la enseñanza de algunos aspectos de esta disciplina. Pero creo que hay algo que se les olvida a nuestros políticos. La Sierra de la Mosca es mucho más que un campo con plantas y bichos… existe algo que se conoce como impacto emocional que nadie tiene en cuenta. En una ciudad sin río, junto al que articularse, nuestra única particularidad y singularidad (dejando de lado la parte antigua) es la Montaña. Con ella todos tenemos una relación que puede ir desde lo meramente contemplativo, deportivo a lo emocional. Es el único recurso natural que nos da una seña identitaria, que nos hace seguir siendo quienes somos.
Una mina a cielo abierto supone destrozar, no sólo la cubierta vegetal, sino arrancar el pobre suelo de nuestro entorno atacando directamente la roca madre. Esto se hace sin galerías, extrayendo toneladas de tierra hasta llegar a los filones más rentables. Además de destrozar toda la vida en la zona, se produce mucho polvo en suspensión que puede ser peligroso para la ciudadanía, aún más en un lugar con poca lluvia, por mucho que tengan camiones que riegan, que sirven únicamente para cumplir la normativa, no para paliar los efectos del polvo, que claro está, tendría altos niveles de litio. Es decir, eliminamos las plantas que nos dan el oxígeno a la ciudad y llenamos el aire de polvo y litio en suspensión. Algo que, además se ve agravado por el ir y venir incesante de camiones.
Como es habitual, cuando llegan las vacas gordas, todo el mundo se vuelve loco, hay dinero que parece eterno y que el ayuntamiento usaría para sacar percho… pero pasados unos años todo acaba, y como ha ocurrido centenares de veces, la zona queda totalmente deprimida. Además, actualmente la legislación obliga a las empresas mineras a restaurar la zona una vez se termine la explotación del recurso geológico… pero no seamos ingenuos, sería casi la primera vez que ocurriera. Estas empresas extranjeras se apantallan con otras nacionales que subcontratan a otras que se asocian a otras pequeñas empresas. Al final del aprovechamiento del recurso, estas se declaran en quiebra y suspensión de pago y la restauración del entorno NUNCA se lleva a cabo. Nos quedaremos con un gran agujero donde antes temíamos una preciosa sierra verde llena de vida. Como mucho nos dejarán las balsas de agua contaminada que crearán para el lavado del mineral y que pueden provocar contaminación de acuíferos y grandes desastres si llegan a romperse, pero claro, el charco nos lo dejarán ahí.
Los que están a favor de la mina abogan por el desarrollo de la ciudad como la forma de justificar su postura. Aquí hay que ser claros… puestos de trabajo traerá pocos, muchos menos de los que algunos se creen… este tipo de explotación requiere mano de obra cualificada y no supondrá cientos de empleados, como mucho algunas decenas. Es ahora cuando nuestras autoridades deben plantearse si este es el tipo de desarrollo que quieren para la ciudad… o si simplemente se están agarrando a un clavo ardiendo por su incapacidad de gestionar esta pequeña capital de provincia, a la que los estudiantes ya no vienen, que no crece en ningún aspecto y que se está llenando de una población cada vez más desilusionada y envejecida. Como no son capaces de traer industria, son inútiles gestionando el turismo y el ocio, y los rodajes se han terminado, necesitan algo que decirles a sus votantes, y lo único que tienen es prometer puestos de trabajo a costa de arrasar esta parte de la Montaña, pero bueno, eso ya será cuestión de otra legislatura y ya no les preocupa tanto.
Así es que la mina es algo más que una mina, es un clavo ardiendo al que los políticos se quieren agarrar para prometernos el “pan para hoy” pero que seguramente termine por hacernos una quemadura irreversible. Para iluminar la vida de esta ciudad, cada día más apagada, no hace falta que lo hagan enciendo una mecha que terminará por explotarnos en las manos.