En estas fechas quería aprovechar para contaros algunas tradiciones de nuestra ciudad en navidades, sin remontarme a las Saturnalias ni esas cosas… sino que nos fijaremos en Detalles de un pasado reciente que nos cuentan de dónde venimos y cómo se vivía en esta pequeña capital de provincia entre el XIX y principios del XX.
NOCHEBUENA
De las tradiciones perdidas de Nochebuena destacaremos las Rondas que se organizaban en las calles y barrios más populares, en la que los niños acompañaban a los adultos entonando canciones de navidad, rondas de Nochebuena y villancicos. En las casas por las que pasaban, a los más pequeños se les entregaba dulces, en una especie de “truco o trato” que llevamos nosotros haciendo años, y a los mayores, dulces y aguardiente, por lo que podemos suponer cómo iría evolucionando la ronda a medida que iba trascurriendo la tarde. Lo curioso es que esto no se improvisaba, en realidad, semanas antes de la navidad, los niños acudían a la casa de alguna persona mayor para que les enseñaran a tocar la zambomba, el almirez, la pandereta, así como los romances y el resto de canciones que se iban a cantar esa noche. Esta era una preciosa forma de transmisión de conocimiento y tradiciones que se han perdido lamentablemente, ahora los niños agarran una pandereta, improvisan “los peces en el río” y van a pedir aguinaldo por las casas (no en todos los barrios) esperando a que les des dinero por esa chapuza… mientras que antes se tomaba en serio este tipo de acontecimientos, era una forma de compartir y transmitir de la que tendríamos mucho que aprender. Una de esas señoras que mantuvo la tradición en la primera mitad del siglo XX fue Lorenza “La Gata”, lavandera de profesión, fue quien mantuvo esta costumbre en la calle Calero de la ciudad, como también lo haría algo después Teresa “La Navera”. Por desgracia esta tradición terminó por perderse y con ella una gran riqueza cultural de nuestra ciudad.
AÑO NUEVO
Sobre el Año Nuevo en Cáceres había gran cantidad de supersticiones. La más curiosa es la que relacionaba el devenir del nuevo año con el día en que este empezaba. Si el año empezaba un martes, mal asunto, habría posibilidad de guerras y pestes y más aún si en el año anterior había habido un eclipse. El año sería malo para los comerciantes si empezaba en miércoles. El mejor día era el domingo, esto proporcionaría un tiempo feliz y luminoso, de eso nos habla esta coplilla popular en la ciudad:
EN DOMINGO NACISTE
GLORIA ALCANZASTE
YO SOY MÁS DESGRACIADO
QUE NACÍ EN MARTES
Este 2018 empieza un lunes… pues malo también. En este caso la superstición augura un año con un no mal comienzo, pero un desastroso final, porque en lunes nacieron Caín y Judas, y mira como acabaron.
En la noche de Año Nuevo, y posteriormente en Noche Vieja, las familias amigas se reunían donde se acostumbraba a “ECHAR LOS ESTRECHOS”. Esta costumbre proviene de la antigua Roma, donde se hacían sacrificios a la Diosa Estrena. En la versión cacereña del siglo XIX, se escribían los nombres de las chicas del entorno en edad de casar en unos papeles y se depositaban en un cesto, en otro el de los hombres casaderos (siempre de la misma condición social) y un tercero, el del PARA QUE… Lo curioso es que las personas que entraban en este particular sorteo ni tenían que estar presentes. Se sacaban los nombres de las cestas emparejando a dos solteros y ahora se sacaba un papel del para que, que podía decir “Para que le regale una libra de dulces”, “Para que la saque a bailar un minué”, y otras muchas cosas que dependía del ingenio de la persona encargada. Ahora el hombre, presente o no, estaba obligado a cumplir con el “estrecho”. De esta costumbre, las crónicas nos cuentan, que nacieron matrimonios como el del Regente de la Audiencia Provincial, el señor Fernández del Pino y doña Francisca de Ovando. Pero también rompió alguna pareja, como ocurrió en 1822 cuando la hija del Procurador Guevara, que andaba en relaciones con José de Ulloa, fue emparejada en los estrechos con Antonio Gordillo. Éste cumplió el mandato y le regaló una cesta de dulces que ella aceptó y compartió con las amigas, algo que no sentó nada bien a José de Ulloa rompiendo su relación con ella.
Pero a veces no sólo se colocaban nombres de chicas jóvenes, sino de alguna soltera de más edad, lo que servía de mofa y burla en el estrecho. En 1864 tuvo cierta repercusión social que la fortuna del estrecho relacionara a Isabel Pareés, una “quintañona y chiflada” con el médico Leopoldo Gómez Membrillera, sin que él supiera nada del asunto. Entonces Isabel comenzó una persecución al pobre doctor que no entendía nada. En una ocasión le hizo llegar una carta en la que ponía:
MI CORAZÓN TÚ LO TIENES
ACRIBILLADO DE HERIDAS
CURARLO TÚ SOLO PUEDES
APLICA LA MEDICINA
QUE A MI CORAZÓN LE VIENE…
Cuando Leopoldo se enteró que todo este “acoso” era fruto de un “estrecho” se lo tomó con buen humor y la cosa no fue a mayores.
NOCHE DE REYES
Pero el que, seguramente, es el día más bonito del año, es el día y la noche de Reyes. Noche en la que los magos de oriente, Melchor, Gaspar y Baltasar dejaban dulces y juguetes en las casas. Es curiosa la costumbre cacereña de ponerle esos nombres a los hijos para evitar la ALFERECÍA, que era como se denominaba a la epilepsia infantil. Así es que, si en la familia había algún antecedente, a los hijos se les ponía el nombre de alguno de los Reyes Magos.
En esa mágica noche, como en todo lugar, en azoteas y balcones cestos y zapatos aguardaban los regalos de sus majestades. Pero había una costumbre que practicaba la nobleza de la ciudad, que me llama mucho la atención. Esta clase pudiente gastaba a sus sirvientas nuevas y más jóvenes (niñas pequeñas realmente), una broma de dudoso gusto. Las enviaban a la plaza de Santa María, engalanadas ridículamente, portando una escalera, un farol y una cesta. Las pobrecitas, muertas de frío, apoyaban la escalera en la fachada de la iglesia y se subían portando esa luz y la cesta, porque sus señores les habían indicado que esta era la mejor forma de recibir los regalos de los Reyes cuando pasaran en sus camellos. Con el farol las verían mejor, y al estar subidas a la escalera, ellos sin bajarse, les darían gran cantidad de dulces e incluso dinero. Ya cuando se hacía muy tarde, alguien les decía que la comitiva había pasado por San Blas o el Espíritu Santo y que ya no irían por allí, volviéndose las pobres con un buen resfriado y una gran decepción. Y como tontos ha habido en todos los tiempos, algún año hubo incidentes, porque para reírse de las pobres niñas, algunos soltaron unas vaquillas en la plaza sembrando el pánico entre quienes esperaban un regalo mágico. Tampoco faltaban bromistas que les aseguraban haber visto a un fantasma o a alguna Marimanta.
Con los años esta broma de mal gusto desapareció y comenzó una tradición que se mantiene en la actualidad: la cabalgata de reyes. La primera cabalgata pública que se realizó en Cáceres se hizo en 1927. Anteriormente el casino y alguna asociación había organizado alguna únicamente para los socios, pero esta fue la primera para todos los cacereños. Fue organizada por el Ateneo de Cáceres para entregar juguetes en el Hospicio Provincial, que se situaba en el actual Complejo San Francisco. Los juguetes fueron donados por los cacereños, y tal fue la generosidad, que sobraron y a la mañana siguiente se repartieron en la Plaza Mayor, a los niños de las escuelas públicas. Los primeros Reyes Magos fueron Elías Durán, Antonio López Montenegro y Lorenzo Alcaraz. La comitiva salió de la plaza de toros a las 18:00h, acompañada de la Guardia Civil a caballo, la Banda Municipal de Cáceres y la del Regimiento de Segovia, así como por cientos de niños y jóvenes de la ciudad. Sobre las 20:00h llegaron al Hospicio, y tras entregar los juguetes, fueron a la Plaza Mayor donde acabó la cabalgata frente a la sede del Ateneo.
La Guerra Civil acabó con esta nueva tradición al desaparecer el Ateneo. Al terminar la contienda se retomó por parte del Frente de Juventudes. Años después la comenzó a organizar Radio Cáceres hasta que lo asumió en los años 70 el Ayuntamiento y que lo sigue haciendo en la actualidad.