Que nadie me pida ser totalmente objetivo, no puedo serlo, porque a los ritos ancestrales, a las tradiciones centenarias, al sentir colectivo de un pueblo, solo se puede acceder de tres formas: desde la distancia, la ignorancia y el prejuicio, desde la curiosidad científica o formando parte de él. Intentaré en este caso que mi implicación personal y cariño por este pueblo cacereño no empañe la curiosidad por esta fiesta que comienza en julio y tiene sus dos momentos álgidos en agosto y diciembre.
En la localidad cacereña de Aldea del Cano (y algún otro pueblo de la comarca), se conserva un viejo rito que, si lo miramos desde fuera, consiste en que unos jóvenes (ayudados por adultos) arrancan del campo una encina, la llevan al pueblo y pasado un tiempo a ese tronco, que llaman Tuero, le prenden fuego. Pero seamos curiosos, profundicemos en el origen, la simbología y significado de este viejo rito vinculado a los quintos, y actualmente a las quintas, del año.
EN EL VERANO EL RITO DE INICIACIÓN
En los pueblos prerromanos que habitaban estas tierras, como actualmente ocurre en numerosas tribus, se realizaba un rito de iniciación que marcaba el paso a la edad adulta de los niños de la comunidad. Se les enviaba durante unos días a sobrevivir en la naturaleza por sí mismos y a la vuelta de este periodo, en el que demostraban su fuerza y adultez, regresaban a la comunidad portando una prueba de ese dominio del medio natural. En localidades como Valdastillas los “quintos” se acompañan de un macho cabrío al que adornan y pasean por el pueblo y que tiene el fin que todos nos imaginamos. En otros lugares se “corren los gallos”, en Ahigal, por ejemplo, se ofrecen los Ramos al Cristo de los Remedios, o en zonas como Descargamaría, al igual que en Madrigal de la Vera, los mozos cargan desde el monte un gran pino que plantan para exhibición frente a los miembros del pueblo. En todos estos casos existe la reminiscencia de estos ritos de paso a la edad adulta en distintas versiones, que en el caso de Aldea del Cano se materializa en un gran tocón de encina: el Tuero.
El fin de semana más cercano al día de Santiago, los quintas y quintas del año van a arrancar el Tuero, y antes de que nadie ponga el grito en el cielo, desde hace ya algunos años, la selección y extracción de la encina, muchas veces centenaria, se hace bajo la supervisión de los encargados o dueños de las fincas y con el visto bueno del SEPRONA que autoriza o no su uso en función de si el árbol está, o no, totalmente seco. Cuando la autoridad da su permiso el Tuero es arrancado, actualmente usando medios mecánicos, y es llevado a las inmediaciones del pueblo donde permanecerá hasta el 15 de agosto. Ese día, tras la misa ofrecida a la Patrona la Virgen de los Remedios, la comitiva lleva al Tuero al medio de la plaza donde es derribado y colocado en una explosión de emoción de todos los asistentes. Es curioso que, aunque exista una coincidencia temporal, este rito es totalmente pagano y no vinculado con ningún aspecto religioso. Esta prueba del dominio del medio natural permanece en un lugar privilegiado en la Plaza de Aldea del Cano, mirando por un lado a la Iglesia Parroquial y por otro al Ayuntamiento, sabedor que la verdadera autoridad del pueblo es él, que su significado y que su fuerza está por encima de todas las cosas.
EN EL INVIERNO LOS CULTOS MITRAICOS
En la noche de la Nochebuena el Tuero arde acompañado de todo el pueblo que aprovecha para felicitarse las fiestas, cantar villancicos y crear un sentimiento de comunidad que en pocos sitios se establece de esta manera. Pero esta parte de la fiesta tiene un carácter muy interesante y se vincula directamente con los ritos al dios Sol, ya que, muy cerca del solsticio de invierno, en muchas localidades el fuego sirve para simbolizar la victoria de la luz frente a las tinieblas, en el momento en el que los días comienzan a ser cada vez más largos. Pero veamos el origen del culto al sol en nuestras tierras y su vinculación con el día de Navidad, que es en definitiva lo que ahora festejamos, el nacimiento de Jesús.
Como parte de la estrategia de asimilación de fiestas paganas al cristianismo, era más sencillo mezclar los festejos y manipular poco a poco su significado, que quitar al pueblo las fiestas que llevaban siglos festejando para crear unas nuevas, de esta manera, el incipiente cristianismo va transformando fiestas paganas llevándose así “el ascua a su sardina”. Y es que por el siglo III y IV el panteón de dioses estaba plagado de figuras dedicas al Dios Sol: Mitra, originario de India y Persia y “adoptado” por Roma, el Dios Invicto y Gabal, una versión de origen sirio. Con este lío de dioses que encarnaban el sol en el siglo III se decide unificarlos todos bajo la misma advocación, la de Mitra y que, como decíamos, se le festejaba en el solsticio de invierno. Finalmente es el Emperador Constantino I quien manda reconvertir la figura de Mitra en la de Jesús comenzando así “la navidad” entorno al solsticio de invierno. En el 350, Julio I propone que se establezca la fecha del nacimiento de Jesús el 25 de diciembre y es el 354 cuando el Papa Liberio decreta que Jesús nació en la noche del 24 de diciembre.
Mitra, que ya tenía casi 2000 años más que el nuevo dios del cristianismo, aportó mucho más de los creemos a éste, porque Mitra nació de una virgen, tenía 12 discípulos, celebró una cena sacramental, se sacrificó por la humanidad, murió y resucitó al tercer día… pero en este asunto no voy a profundizar más, cada uno que saque sus conclusiones…
Así las fiestas dedicadas al sol, y que tenían como centro de la celebración el fuego para ensalzar la victoria de la luz sobre las tinieblas, fueron asimiladas por el cristianismo y se ubicaron en el entorno de fiestas religiosas como la navidad y en otras ocasiones la Purificación de la Virgen. Para concluir que la quema del Tuero de Aldea del Cano es una “adaptación” del culto de Mitra no poseo ninguna prueba directa y palpable, pero no olvidemos que este pueblo se sitúa en plena Vía de la Plata y que Emérita Augusta conserva pruebas arqueológicas de los ritos a Mitra (como mejor ejemplo la Casa de Mitreo y los mosaicos que se conservan en la ciudad), por lo que no resulta descabellado pensar que este mismo culto estaba extendido en toda su zona de influencia.
Lo que para muchos sería únicamente arrancar un tronco de encina, llevarlo a la plaza de un pueblo y prenderle fuego, es en realidad la herencia de las culturas que nos precedieron, un legado inmaterial del que no somos dueños, somos únicamente una pieza más de una cadena de transmisión de tradición, cultura e historia. El Tuero de Aldea del Cano es posiblemente la unificación de ritos de paso a la edad adulta de pueblos prerromanos y los cultos a Mitra del pueblo romano y por eso os lo he querido contar, Al Detalle.